A principios del ’90 me invitaron a la Semana de la Cultura de Holguín. Esa ciudad siempre me ha gustado y tengo buenos amigos en ella. Quizá Jorge Hidalgo propició la invitación, en vista de que meses atrás me tocó curar una exposición suya. Lo sentí como un gran honor. Me puse de acuerdo con Janet Ortiz, que dirigía el Fondo de Bienes Culturales y también estaba invitada. La noche antes de partir, mi madre se fracturó el brazo un poco más abajo del hombro. Estaba sentada en su balance, se levantó, cuando quiso caminar tropezó y se golpeó contra un mueble. No fue un vahído: sencillamente se le enredaron los pies. La llevamos al hospital y la enyesaron con muchísimo dolor. Por suerte, al lado de casa estaba viviendo el doctor Héctor Rodríguez –el mismo especialista, sobrino de Bebé, que la operó cuando su accidente, verdadero talento como ortopédico y rehabilitador. Héctor desaconsejó el yeso con el simple razonamiento de que el peso del material separaría los fragmentos de hueso, en lugar de juntarlos. Se lo quitó y puso un cabestrillo. Acabaron los dolores, tuvo más libertad y la fractura fue sanando. Por supuesto que se arruinó mi viaje, ya que correspondió justamente con los momentos del accidente. En definitiva, el brazo de mamá sanó perfectamente.
FUE EN AGOSTO DEL ’90 cuando comenzó el Período Especial. Pera ese momento me encargaba de la ambientación del Hotel Las Américas. Era jefe de equipo: los otros era el Arq. Silva, los pintores Pouyú, Zafra, Omar Puente y el grabador Raúl Alfaro. Hicieron un trabajo muy digno, que desgraciadamente no duró mucho. Fue un contrato que conseguí en el Fondo, pues cada día necesitaba más dinero. En los primeros tiempos, el Período Especial no se notaba: estábamos tan acostumbrados a que faltaran cosas que no parecía diferente. Por supuesto que es una manera de hablar: a las carencias nadie se habitúa, nunca. Incluso, sabíamos que más tarde todo empeoraría. Pero el vivir al día y el “ya veremos” se ha desarrollado tanto entre nosotros, que mientras la cosa no apriete demasiado hay que seguir respirando o boqueando –como se quiera- a como dé lugar. Ya eso es dogma de supervivencia. Parecía que nada sucedía, a pesar de las noticias de la URSS y los países del Este.