En diciembre de 1967 se celebró el Congreso Cultural de La Habana: me apunté para ser traductor. Eran las vacaciones de Navidad y todos en la beca se habían marchado a sus casas: me quedé, pero antes de una semana comprobé dos cosas. Una, que todavía no sabía lo suficiente de Francés para hacer ese trabajo; otra, que no me interesaba traducir. El veintitrés de diciembre emprendí viaje hacia Santiago en un tren con figura de ómnibus llamado Pionero que tenía asientos plásticos como un bus urbano. A las tres horas de viaje ya no sabes cómo sentarte. Ese infierno lo soporté no sé si gracias o a pesar de Aldo Alonso, actor y tío de Alexis - un personaje que todavía no había aparecido en mi vida: fue como su premonición-. Llegué a casa el veinticuatro por la noche, poco antes de la tradicional cena.
Al año siguiente actuó varios días en La Habana uno de los espectáculos que marcó mi juventud: el Ballet del Siglo XX de Maurice Béjart. La principal atracción era la actriz María Casares declamando versos de San Juan de la Cruz en el ballet La noche triste. Se presentaron en el teatro García Lorca con un lleno total. Fui con Coco Salas: recuerdo que Ivette Vian nos regaló unas entradas pasadas de fecha. Con muchas dificultades logramos entrar y anduvimos escabulléndonos para no ser descubiertos, hasta que acabamos en el palco presidencial junto al ministro Regino Botti y Carlos Rafael Rodríguez.
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