Allá por 1950 el ídolo de Cuba se llamaba Eduardo
R. Chibás. Ni cantante, ni actor, ni pelotero ni boxeador: político decente. En
casa no se perdían uno solo de sus programas radiales del domingo por la noche.
Una vez
estuvo en mi barrio. A la entrada de casa de los Gallart se reunió una turba
que rodeaba al político de gafas, cara rosada y traje blanco. Yo era pequeño,
pero ya fanático de La Voz
del Pueblo Cubano –así le
llamaban- y de su programa radial. Me
escurrí entre las piernas del gentío y llegué a él, a quien dije no sé qué y él
me pasó la mano por la cabeza. Poco tiempo después se disparó a sí mismo y
murió al cabo de unos días. Mi padre fue hasta La Habana al entierro junto a otro vecino de
apellido Serna. Por poco se matan por la carretera, pues se salieron de la vía
y chocaron contra una alcantarilla, pero no llegaron a volcarse.
Mi familia por parte de madre vivía
casi toda en Cuabitas y era la que más influencia ejercía sobre mi. Éramos
muchos y yo los amaba con locura. Entre la emigración que propició el cambio de
sistema después de 1959 y la vida, que acaba con todo poco a poco con todo, de
esa tropa quedan, en los Estados Unidos, mis primas Berthica, Marcia, Silvia, y
Danilo, la hija casada de Nicolás Oliva
y aquí, Xiomarita, Nemesio e Ignacio (Nacho) Oliva, mi prima Hortensia -hija de
Mario Peña con mi tía Graciela Oliva-, Nicolasito Oliva , hijo de mi tío Nicolás
que no se fue con su hermana y yo. Mi primo Jorge Peña Oliva falleció en un
accidente de tránsito hace años y en Cuabitas queda su hijo Jorgito, que ha
formado una hermosa familia y construido una casa, a su decir sólo con su salario, también hermosa. Mi
hermana Virginia falleció el mes pasado
Recuerdo cómo fallecieron mis
primos Roberto, María Emilia, Angelito; mi tíos Eloína, María, Ignacio, Graciela. Mi madre, mi
hermana Virginia. De mis tías sólo queda viva mi tía Bertha, que tiene más de
95 años. En fin, que unos se han regado por el mundo y hecho sus vidas, otros
se han quedado en Cuba y hecho también sus vidas, y otros han muerto.
A la mayoría de mis primos nacidos
fuera de Cuba, no los conozco –ni creo que los llegue a conocer jamás- Como
comprendo que los que se fueron tampoco pueden conocer a los nacidos acá. Pero
todos somos familia. Todos compartimos la misma sangre. Me sorprende cuando veo
las fotos, cuánto se parecen las hijas de Berthica a los retratos de cuando mis
tías eran jóvenes, y mi primo David al Nicolás Oliva joven.. Emilita y Nicolasito
Oliva son exactos a todo ese montón de olivas: solemnes, achinados, de pómulos
pronunciados y de pelo orcuro y levantado. Dicen que yo me parezco mucho a mi
padre, cosa que yo no creo: Pichi Desquirón era un hombre despejado y apuesto.
Yo soy lo contrario. En resolución, de cerca o de menos cerca, todos somos
Oliva, nos guste o no
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