miércoles, 1 de agosto de 2012

Mediante una conocida me consiguieron un trabajo de cajero-pagador en una empresa con el lastimero nombre de Acabados de la Construcción. Jamás pisé una caja ni manejé dinero mi función se limitaba a confeccionar modelos de Entrega-Recepción y “controlar” los bonos de dieta. En aquella época no se entregaba dinero en efectivo para las dietas y viáticos, sino bonos que equivalían a él y se aceptaban por hoteles y restaurantes.

El nombre de la empresa venía de su función: se ocupaba de todo lo que signifique “acabar” una construcción; o sea, ponerle falsotecho, pisos, pintarla, impermeabilizar la cubierta. A pesar de la sede quedaba en Santiago, estaba constituida por gentes del norte de Oriente, la ralea más rústica y ladrona que yo había conocido. Todavía Holguín era un municipio de Oriente -antigua provincia del tamaño de un país pequeño; o sea, que la cantidad de recursos de Acabados no era poca. Además, comenzaban a construirse las Escuelas Secundarias Básicas en el Campo (ESBEC), a las que había que techar y pintar. Recuerdo haber despachado dos veces la misma cantidad de pintura para una de estas construcciones, el primer camión sencillamente nunca llegó, se esfumó. El director de todo aquello era un holguinero achinado y quemado por el sol llamado Onel Parra.

Al poco tiempo se hizo evidente que yo no encajaba en el mecanismo de la oficina y me destinaron como “responsable” de un pequeño almacén ubicado a la entrada del Distrito José Martí, por la calle Antúnez. En esos meses que escribí los Poemas de Juan Evangelista, hechos pensando en Alexis; también traduje a Apollinaire, Perse y Cavafis. Fue un paso adelante.

Angela Davis visitó Cuba y la trajeron a Santiago –peinado especdrum, grandes gafas. Estaba de moda una canción que empezaba: Án--gela Deivi, Án--gela Dieivi……. Cuando la llevaron al Distrito José Martí -pude verla, al pasar frente a mi almacén en un jeep- la multitud la aplaudía y pedía que cantara. Para la gente,
Angela Davis era  Án--gela Deivis. Más la música que  la política.

En el almacén sufrí mi primera y hasta el 5 de abril de 2012,  única fractura de un hueso. Para la mayor parte de las personas, algo así no merece mención, pero siendo la única, o la primera,  para mi sí importa. Se trataba de un trabajo voluntario: descargar una rastra con materiales para las ESBEC que pronto se inaugurarían. Yo bajaba planchas de bagazo de caña para los falsotechos cuando se deslizó una y me cayó tipo guillotina sobre la bota. Como no me dolió, seguí, pero al cabo de una hora de acabar, tenía el pie bien hinchado: cuando andaba, sentía un sonido como de rayar. Me di cuenta de que me había partido un hueso del pie y, sin darle mucha importancia, me fui al hospital: después de examinarme y hacerme rayos X me enyesaron la extremidad hasta la parte superior del muslo. Reposo, reposo absoluto. No puedes caminar y menos apoyar el pie..... Bueno, no sé: a los diecinueve días veremos como va la fractura. Regresé a casa saltando en un solo pie. No me dolía, pero tampoco podía moverme, entre el yeso y las indicaciones. Al cabo del plazo señalado, volví y me indicaron tres semanas más. Total, cuarenta días inmóvil con aquella cosa.

Ibarra fue a vermea Cuabitas  y Carlos Victoria bajó de Camagüey acompañado de un amigo llamado Guillermo. Les cedí mi cuarto y yo dormí en el sofá de la sala. La única vez que salí de casa en esa temporada fue con ellos dos: le rajé la pierna a un pantalón "de salir" y nos fuimos a una función de ballet con Alicia Alonso y todo en el teatro Oriente.





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