Decidí “remodelar” mi vida. Únicamente ello resultaba posible a través de una inyección de espiritualidad. No la boba de los ojos apretados mientras suena una sinfonía de Chaikovki, sino la lujosa espiritualidad del prescindir y el hacer. A decir verdad, ello implica un largo proceso, por ello ignoro hasta qué punto habré tenido éxito. Por el momento, comencé a beber jugo de noni. Me preguntarán qué tiene que ver el noni con el alma: es que una de las cosas que más obstaculiza una visión positiva y armónica del mundo es la mala salud. Dolores, incapacidades y esa paulatina pérdida de dominio sobre nuestro cuerpo que ella trae, contribuye muchísimo a una vida desacertada. El noni eliminó mis molestias. Junto a ello, comencé a ejercitarme físicamente al amanecer: no para eliminar grasa o adquirir una figura más elegante, sino para mantener los movimientos, la irrigación de la sangre, lograr un ritmo respiratorio adecuado y cierto confort corporal. Lo que correspondería a lo anterior sería una sesión de meditación, pero parece ser que no tengo capacidad para ello. Quizá más adelante, en definitiva me volví más esencial...
En primavera, Mailín viajó a Madrid con el proyecto Cuba Mestiza, que consistía en una gran exposición a ser presentada en la sede del municipio de Alcorcón. Estuvo allá como tres semanas y regresó. Durante ese tiempo quedé solo en la oficina, lo cual, si bien aumenta el trabajo, también procura cierto alivio: todo se hace “a nuestro modo”. Y no hay visitas desconocidas. Sin embargo, durante el viaje de Mailín, hubo una: la de Edi von Fellensberg, el Curador de la Fundación Heim, de Ginebra.
Poco tiempo después se produjo el Concurso Provincial de Crítica de Arte y me tocó el primer premio. Valiente bobería, un premio PROVINCIAL de algo que apenas se ejerce en este país. Pero eran mil pesos cubanos que venían muy bien. Ese mismo 2005 mandé al Premio Heredia el cuaderno Milagro frente al televisor. Cogió una Mención. Más tarde envié ese mismo libro al Premio Oriente y cogí “nananina en plato llano”. Estuve concursero aquel 2005, pero era más que todo a ver si me ganaba unos pesos. De hecho, en Santiago de Cuba hay escritores que tienen los santos cojones de vivir solamente de premios y publicaciones. No se si admirarlos, con lo poquito que dejan, pero resulta claro que es preferible hacer siempre lo que uno le gusta, en vez de tragar tanto buche amargo en un “centro de trabajo”. En fin, como dice mi tía, “cada persona es un mundo”.En definitiva publique ese libro en 2011 bajo el título Vista aérea
Ese verano los ciclones comenzaron temprano. El fenómeno natural más aterrador para mi, es el ciclón. Cuabitas no es región de inundaciones, pero mi vivienda está tan vieja que una gran gotera o la posibilidad de un derrumbe me horrorizan. Creo que fue en el ’97 que pasó un huracán al Este de Santiago; lo hizo a media noche y desde horas antes desconectaron el fluido eléctrico. La experiencia del sonido de las ráfagas y la lluvia en medio de una madrugada totalmente negra es algo que no quisiera repetir. Desde entonces, cualquier aguacero desencadena en mi los más locos sentimientos de inseguridad. Pues nada, a fines de junio del 2005 pasó un ciclón entre Cuba y Jamaica; incluso se dijo que iban a suspender el Carnaval, cosa que no sucedió, aunque dejó tres semanas de lluvia casi continua. Posteriormente, el tiempo siguió húmedo.
Para septiembre se cumplieron los primeros diez años de la Fundación. Hubo grandes celebraciones. Como ya se había terminado de imprimir Escultura en Cuba, siglo XX, se presentó. Consistió en un acto muy solemne al que asistieron el Ministro de Cultura, el Secretario del Partido en la provincia y lo que más vale y brilla de la intelectualidad local. Ese día también se presentó un powerpoint sobre la Fundación, realizado por Mailín. No hay que decir que me borraron de la “mesa presidencial”, como si yo no hubiera sido el padre espiritual de aquella criatura –el libro. Luego he pensado que fue mejor: los fastos y las solemnidades han perdido mucho crédito en los últimos años –en definitiva mi nombre aparece suficiente cantidad de veces en ese texto y no es sano caer en el maelsatrom de la lucha por el protagonismo. Vanidad es lo que me sobra.
A finales de octubre pasó por Nueva Orleans el horrendo Katrina. Aunque estuvo lejos, me identifico totalmente con el horror que vivieron aquellas personas. A medida que pasan los años las tormentas se hacen peores.
Ya en diciembre vino Emil, un escultor suizo que quiso pasar un cursillo de fundición en nuestros talleres. Emil es una persona excepcional, de carácter alegre y positivo, además de inteligente, abnegado, conocedor de los seres humanos y con real talento artístico. Ha sobrepasado con creces las dificultades físicas con que vino al mundo –camina y se mueve con inseguridad. Rentó un auto y un vecino mío le sirvió de chofer. Acá en Cuba se enamoró como un perro de una chica realmente bella, desgraciadamente muy manipulada por su familia, que sobrevalora sus encantos. Ojalá Emil la olvide, pues ella lo desprecia y nunca corresponderá a su solicitud y cariño. Pienso que, en definitiva, lo mismo hace uno con esos chiquillos maravillosos que piensan en nuestro bolsillo más que nosotros en su cuerpo.
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