Dar a luz una niña así produjo una crisis matrimonial que duró años -era como el fracaso de todo- hasta que un médico les recomendó tener otro hijo. Por eso Virginia tenía ocho años más que yo. Con el carácter que he descrito, asumió la crianza de mi hermana como algo de su exclusiva competencia y que sólo ella era capaz de hacer: la niña no debía carecer de nada y merecía cualquier sacrificio. Un nuevo hijo –como fui yo- siempre trae alegría y alivio, me imagino que el matrimonio se sentiría reflotado. Escenario contradictorio: el “heredero” había salvado una circunstancia, pero como criar a una niña anormal requiere tanta atención, en definitiva resultaba una especie de ruido. Por ello entraron en escena otros personajes a quienes debo mucho. Cuidar a una hija se hace todos los días, pero la peculiaridad de Villi lo convirtió en obsesión: a mamá le era imposible pensar en el futuro de esa niña en otro mundo que no fuera el de ese instante. Realmente no podía imaginar que la familia, Cuba y el mundo cambiarían tan dramáticamente en veinte años. Por eso hizo lo que pudo y no sería justo culparla. Había renunciado a su propia vida, y cada día era un sacrificio. Como la muchachita no hablaba, la pusieron en uno de los pocos colegios para retrasados mentales –si no el único- que existía en Cuba, la clínica del doctor Crespo en San Francisco de Paula: mi madre iba a verla todos los meses desde Santiago. Para quien no lo sepa, entre estas dos ciudades hay novecientos sesenta y nueve kilómetros; mamá se iba en un bus de noche, llegaba allá de mañanita, iba a la clínica de Crespo, regresaba a La Habana, embarcaba en otro bus a las 7 pm y estaba de vuelta en Cuabitas al tercer día, temprano. Eso duró dos o tres años. Hasta que la niña hizo una especie de huelga de hambre y hubo que sacarla de la escuela. Mi tía Abigail -que vivía en La Habana- mandó a buscar a mamá. En cuanto ésta llegó a la escuela, recogió los bártulos de Virginia y se la llevó. Como por arte de magia, la niña recuperó el apetito. Encima de todo, los progresos eran pocos y el pago alto. Mis padres determinaron que Villi no regresara al colegio de Crespo.
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