martes, 10 de enero de 2012


Este es el momento de explicar en qué consistía el trabajo de mi padre. My father is a transportation agent: un agente de transporte, decía en la clase de inglés. Desde hacía decenios se dedicaba a buscar y distribuir mercancía de un expreso por carretera que se movía con camiones rastras[1]. Transportaban café, cueros, madera aserrada y carga en general.  Del flete de esa carga, un porciento le correspondía. O sea, que ganaba bastante y tenía muchísima clientela: no era dueño de nada y sólo pagaba el alquiler por el local de la oficina santiaguera. Era propietario –verdad- de un camioncito para repartir la mercancía que llegaba. Por eso no perdió propiedad alguna cuando las Leyes Revolucionarias de los ’59 y ‘60. Ya era un experto de alta confiabilidad. Durante años trabajó para los Expresos Unidos de Cuba, propiedad de los hermanos Milanés, y cuando estos se lo vendieron al mismo Batista -que estaba formando el monopolio de la carga por carretera llamado Expresos Interamericanos-  se unió a otros agentes y comenzó a trabajar para un americano llamado Ray Hughes, quien había adquirido una línea de camiones de carga llamada Canímar que circulaba entre la Habana y Matanzas; la unió a otra similar que ya era suya -llamada Goiricelaya- y formó el Expreso Canímar-Goiricelaya. Eso ocurrió alrededor de 1956 y duró cinco o seis años.


[1] Tractomulas, poids lourds, trailers

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