Este es el momento de explicar en qué consistía el
trabajo de mi padre. My father is a
transportation agent: un agente de transporte, decía en la clase de inglés.
Desde hacía decenios se dedicaba a buscar y distribuir mercancía de un expreso
por carretera que se movía con camiones rastras[1].
Transportaban café, cueros, madera aserrada y carga en general. Del flete de esa carga, un porciento le
correspondía. O sea, que ganaba bastante y tenía muchísima clientela: no era
dueño de nada y sólo pagaba el alquiler por el local de la oficina santiaguera.
Era propietario –verdad- de un camioncito para repartir la mercancía que
llegaba. Por eso no perdió propiedad alguna cuando las Leyes Revolucionarias de
los ’59 y ‘60. Ya era un experto de alta confiabilidad. Durante años trabajó
para los Expresos Unidos de Cuba,
propiedad de los hermanos Milanés, y cuando estos se lo vendieron al mismo
Batista -que estaba formando el monopolio de la carga por carretera llamado
Expresos Interamericanos- se unió a
otros agentes y comenzó a trabajar para un americano llamado Ray Hughes, quien
había adquirido una línea de camiones de carga llamada Canímar que circulaba entre la Habana y Matanzas; la unió a otra similar que ya
era suya -llamada Goiricelaya- y
formó el Expreso Canímar-Goiricelaya.
Eso ocurrió alrededor de 1956 y duró cinco o seis años.
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