El 1ro de enero de 1959 cayó día jueves. Como era fiesta de guardar, fui
con mamá a la misa de ocho a la iglesia de Dolores, que quedaba cerca de la
casa de mi tía. Dentro del mismo templo comenzaron los rumores de que Batista
había huido. Ya en la calle los comentarios se hacían a voz en cuello. De
regreso en casa, una especie de marea subía con la mañana; como a las diez, las
mujeres que vivían enfrente lucían brazaletes del 26 de Julio. Por San Carlos –típica calle recoleta- bajó un ómnibus
lleno de gente que gritaba ¡Abajo
Batista!!Viva Fidel Castro! Era el despelote. Después de almuerzo vino mi
padre a recogernos para regresar a Cuabitas: terminada ya la guerra, no había
razón para seguir haciendo bulto en casa de mi tía. Nadie nos apuraba, pero él
era “cagafuego”, como decía mi abuela María Palacios. Logramos retrasar la
salida unas dos horas: estaba nublado y hacía frío. Por la
Avenida Garzón no pasaba ni un alma; en la esquina de calle K, un soldadito hacía guardia
en medio de la vía, inútil y ridículo: se me quedó fija su imagen. Llegar a
Cuabitas fue sacar los bártulos del auto y acomodarnos otra vez. Esa fría
noche, me recuerdo dormitando sobre el sofá de la sala envuelto en colchas: en
la radio se oía el primer discurso en el balcón del Ayuntamiento santiaguero.
En realidad nunca se sabe qué nos traerán los cambios, por eso es malo
andar rogando a Dios y a los santos,
quiero esto, quiero lo otro. Porque te lo conceden, pero a saber cómo. Los
días siguientes visitamos casi todos los pueblos vecinos, San Luis, El Cristo,
Alto Songo, La Maya, con los muros de sus cuarteles derrumbados y
acribillados a disparos. Cuando no estaba paseando, me iba al jardín de la casa
de Dubois a mirar los camiones que bajaban llenos de barbudos con brazaletes y
rosarios. Pasaron como siete días así. Alrededor del ocho o nueve de enero se
convocó a una peregrinación al Cobre a darle gracias a la Virgen por la victoria de Fidel. Fueron miles de
personas. Yo también. Unos a pie por el Camino
Viejo del Cobre –que sale de Santiago por Marimón y Los Guaos - y otros por la
Carretera Central. Bebé y yo fuimos por la Central: salimos a medianoche y ya como a las dos
o las tres habíamos llegado a Melgarejo. Ya allí las dos peregrinaciones se
habían juntado. Como a las 5 y media entró mi tía Bertha, horrorizada, que vino
por el otro lado: habían lanzado unos petardos
y resultaron varios muertos. Los autores fueron soldados fugitivos. Como
nuestro viaje había sido tan pacífico, Bebé y yo no dejamos que el ataque nos
enturbiara el ánimo y cumplimos con la Virgen. Por eso insisto: nunca pidan deseos demasiado
importantes.
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