Pocos meses después de empezar a
estudiar, se celebró el Salón de Mayo.
Fue un gran acontecimiento nacional. Se expuso en el Pabellón Cuba. Allí por
primera vez vi “en directo” obras de Picasso, Tanguy, Dalí, Cesar, Matta y
muchos artistas plásticos contemporáneos. El Salón atrajo a Cuba a numerosas personalidades del arte, entre
ellos al crítico Yvon Taillandier. Creo que vi el Salón doce ó trece veces. A la entrada había un lienzo enorme,
pintado en colectivo por muchos asistentes. Hace unos años se expuso de nuevo
en la exposición sobre la década del ’60 celebrada en el Museo Nacional de La Habana. Parte del Salón fue exhibido en Santiago, el Museo Emilio Bacardí aunque fue solamente una selección del mismo. El Salón de Mayo conmovió al arte
cubano, que se sintió a la par de todos,
fuese exacto o no.
Creo que si algo bueno he hecho conmigo
la vida ha sido estudiar Literatura. Me
fascina y la amo de todo corazón.
Aquel primer año –como los de todas las
carreras- fue muy laborioso. Había que leer mucho y escribir más. Jamás había
conocido La Ilíada ni la
Odisea, ni la Canción de Rolando. Nunca había leído a
Sócrates. Aprendí bastante latín –que
no es un conocimiento inútil como suele creerse, sino la verdadera fuente de
nuestra manera de expresarnos. Tuve que traducir a Ovidio y Cicerón. Conocí el
intrincado y maravilloso mundo de las bibliotecas: visitaba tres de ellas con
mucha frecuencia, la de la Escuela de Letras, la Biblioteca Central
de la
Universidad y la Nacional –más tarde descubrí la de la
Casa
de las Américas
aunque por su fondo tan especializado no fue de mis más concurridas. Redacción y Composición fue una
asignatura muy querida donde aprendí a leer a Lorca y al marqués de Santillana;
la impartía Mirta Aguirre –quien era muy buena
enseñando-. Me fascinaba su humor irónico y la forma poco piadosa con que
trataba a los alumnos. Por aquel tiempo yo usaba una pequeña barba: con su voz
enérgica Mirta se dirigió al aula poniendo como ejemplo los pelos de mi rostro
como el medio que yo había escogido para “reforzar mi masculinidad”. Aunque en
el primer momento me sonrojó, después no lo tomé a mal ya que lo entendí como
una burla a mi persona para explicar la diferencia entre metáfora e imagen. Por
lo demás la consideraba y considero una mujer interesante.
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