Tomé parte en mi primer “trabajo social”.
Me tocó en el área de Guane. Se trataba de recoger información para el Atlas
Lingüístico de Cuba que preparaban un profesor checo
y la Universidad habanera. Ya se sabe que
los checos son una potencia en Lingüística. Se trataba de un cuestionario
enorme sobre el uso de docenas de palabras. Así como sobre cosas de la vida de la
gente. Me
gustó hacerlo. Vivíamos en un punto llamado Mendoza a pocos kilómetros de
Guane: entre mis compañeros estaban Ariel y Mary. Recuerdo que a la pregunta de
cuál es su sueño en la vida (sic, del
cuestionario) muchas campesinas me respondían que una máquina de coser, ir a La
Habana,
un aparato de radio. Un día me perdí por unas vegas de tabaco, junto a un río y
me encontré con Mary. Andando, andando, llegamos a casa de un matrimonio
anciano de vegueros: una casa sencilla y acogedora que me hizo amar esa parte
de Cuba. Además, la naturaleza de Pinar del Río es realmente hermosa. Nosotros
habíamos armado un grupo de guiñol llamado Garabatos, que dirigía Adrián
Rocau. Dimos muchas funciones y fuimos un triunfo. Sólo que Garabatos se desintegró: aún no sé por
qué, pues todo salió perfecto. Yo anduve mucho esa zona: había unas guaguas muy
baratas que te llevaban por todas partes; así conocí la
Ensenada
de Cortés, Las Martinas, Mantua. Yo era muy vagabundo. Acababa de construirse
el pueblo de Sandino, para los ex reclusos que se habían alzado contra Fidel en
las lomas pinareñas, allí actuó Garabatos. También recuerdo la base
aérea de San Julián; cuentan que fue
norteamericana, y que Mendoza era un pueblo de putas para soldados. Había un
dicho: el que no va a Mendoza no goza. ¿Cómo será hoy esa bella zona?
Claro que en la Escuela había muchas personas. Gente de
todo tipo. Buenas y malas. La negra Gloria, fea y cariñosísima, que
trabajaba en el Instituto de Radio y TV. Por esos meses Papito Seguera, que dirigía el ICRTV,
nos convocó a Gloria y a mi: quería que adaptáramos como aventuras Las Mil y
Una noches. Sería una onda del
pueblo luchando contra los visires, etc. Por supuesto que le dijimos que sí,
aunque naturalmente jamás lo hicimos. Estaba Sonia Almazán, de pelo color miel,
piel bella, ojos azules y cuerpo sensual: autoritaria y mandona. Era novia del
presidente de la FEU de la Escuela llamado Jacinto Viamontes. Un
mal recuerdo. Peor es Marina Esturo, manzanillera, mal vestida, con espeso bozo
y dientes prominentes. Arrastraba la erre al hablar. Una especie de comisaria
política que era jefa de casi todo lo que no fuera estudiar. En una ocasión
vinieron a Santiago a hacer una investigación y yo me ofrecí como conocedor del
ambiente: Marina me llevó aparte y me pidió mantenerme lejos porque yo no era
de confianza. Fue una oportunidad para
demostrarme dos cosas: su autoridad y que yo no pertenecía “los elegidos”. O
que la investigación en realidad no tenía que ver con la cultura –yo creo que
lo primero. Marina hoy día vive en Miami. Otra persona de ese grupo fue Elvia
Ojeda, santiaguera que vivía hace tiempo en La
Habana.
Éramos muy unidos, compartíamos los apuntes y en alguna ocasión estudiamos juntos. Yo la consideraba mi gran
amiga: hasta le regalé un collarcito de artesanía nada especial –es la
verdad. Cuando
me expulsaron de la Escuela se convirtió en una de mis más
encarnizadas detractoras, a saber por qué. Luego comprendí que hay personas
así, que fingen amistad y por dentro te detestan.
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