miércoles, 29 de febrero de 2012



Tomé parte en mi primer “trabajo social”. Me tocó en el área de Guane. Se trataba de recoger información para el Atlas Lingüístico de Cuba que preparaban un profesor checo y la Universidad habanera. Ya se sabe que los checos son una potencia en Lingüística. Se trataba de un cuestionario enorme sobre el uso de docenas de palabras. Así como sobre cosas de la vida de la gente. Me gustó hacerlo. Vivíamos en un punto llamado Mendoza a pocos kilómetros de Guane: entre mis compañeros estaban Ariel y Mary. Recuerdo que a la pregunta de cuál es su sueño en la vida (sic, del cuestionario) muchas campesinas me respondían que una máquina de coser, ir a La Habana, un aparato de radio. Un día me perdí por unas vegas de tabaco, junto a un río y me encontré con Mary. Andando, andando, llegamos a casa de un matrimonio anciano de vegueros: una casa sencilla y acogedora que me hizo amar esa parte de Cuba. Además, la naturaleza de Pinar del Río es realmente hermosa. Nosotros habíamos armado un grupo de guiñol llamado Garabatos, que dirigía Adrián Rocau. Dimos muchas funciones y fuimos un triunfo. Sólo que Garabatos se desintegró: aún no sé por qué, pues todo salió perfecto. Yo anduve mucho esa zona: había unas guaguas muy baratas que te llevaban por todas partes; así conocí la Ensenada de Cortés, Las Martinas, Mantua. Yo era muy vagabundo. Acababa de construirse el pueblo de Sandino, para los ex reclusos que se habían alzado contra Fidel en las lomas pinareñas, allí actuó Garabatos. También recuerdo la base aérea de San Julián; cuentan que fue norteamericana, y que Mendoza era un pueblo de putas para soldados. Había un dicho: el que no va a Mendoza no goza. ¿Cómo será hoy esa bella zona?

 Claro que en la Escuela había muchas personas. Gente de todo tipo. Buenas y malas. La negra Gloria, fea y cariñosísima, que trabajaba en el Instituto de Radio y TV. Por esos  meses Papito Seguera, que dirigía el ICRTV, nos convocó a Gloria y a mi: quería que adaptáramos como aventuras Las Mil y Una noches. Sería una onda del pueblo luchando contra los visires, etc. Por supuesto que le dijimos que sí, aunque naturalmente jamás lo hicimos. Estaba Sonia Almazán, de pelo color miel, piel bella, ojos azules y cuerpo sensual: autoritaria y mandona. Era novia del presidente de la FEU de la Escuela llamado Jacinto Viamontes. Un mal recuerdo. Peor es Marina Esturo, manzanillera, mal vestida, con espeso bozo y dientes prominentes. Arrastraba la erre al hablar. Una especie de comisaria política que era jefa de casi todo lo que no fuera estudiar. En una ocasión vinieron a Santiago a hacer una investigación y yo me ofrecí como conocedor del ambiente: Marina me llevó aparte y me pidió mantenerme lejos porque yo no era de confianza.  Fue una oportunidad para demostrarme dos cosas: su autoridad y que yo no pertenecía “los elegidos”. O que la investigación en realidad no tenía que ver con la cultura –yo creo que lo primero. Marina hoy día vive en Miami. Otra persona de ese grupo fue Elvia Ojeda, santiaguera que vivía hace tiempo en La Habana. Éramos muy unidos, compartíamos los apuntes y en alguna ocasión  estudiamos juntos. Yo la consideraba mi gran amiga: hasta le regalé un collarcito de artesanía nada especial –es la verdad. Cuando me expulsaron de la Escuela se convirtió en una de mis más encarnizadas detractoras, a saber por qué. Luego comprendí que hay personas así, que fingen amistad y por dentro te detestan.

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