viernes, 30 de noviembre de 2012


En octubre de 2006 alcancé los sesenta años. Ingresé a la Tercera Edad. No sentí algo especial estoy conciente de que mi juventud, junto a mis ilusiones, se esfumaron hace tiempo.  








¿Acaso este relato terminará de manera desalentadora y triste? A pesar de todo, debo decir que creo en el porvenir. No para mi, por supuesto, pues claramente mi persona pertenece al pasado. Ignoro cómo será ese mañana, pero seguramente se diferenciará mucho de lo que he vivido. O sea, que el mundo, sus alegrías, desengaños y placeres evidentemente serán otros. Pero serán: irremisiblemente serán. Y como el pasado es la clave del futuro, en definitiva este relato quizá resulte útil. Eso espero.

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