jueves, 8 de noviembre de 2012

Llegué a París 12 de octubre: yo cumplía 52 años. Suzanne me esperó en Charles de Gaulle (Air France vuela Boyeros-Ch. de Gaulle) la saludé, le di un beso y corrí a buscar un “aseo”. Disponíamos de tres días y me hospedó en un hotelito llamado Términus, cerca de la Puerta de Orléans mientras ella se quedaba en casa de su hermana, que era profesora en la Sorbona. Seguí mal. No podía salir. Una tarde que fuimos a comer algo a una brasserie cercana tuve que correr (por cierto, descubrí que su excusado con unas huellas donde hay que agacharse, era exacto a los que ponen en las cafeterías baratas cubanas. Nunca pensé un encuentro de ese tipo en la Ciudad Luz). Los próximos días los pasé encerrado, entre el lecho y el WC. Hastiado de todo, revisé las guías telefónicas en busca de algún improbable pariente y hallé a una tal Lilas Desquiron.

Suzanne reservó para ambos en el tren TGV, que partió de la Gare de Lyon y se detuvo en Bellegarde, donde ella y su esposo Guy tenían la casa de campo. Cuando llegamos, él había preparado un delicioso guiso de cordero del cual no pude participar. Pasé unos días malos durante los cuales las medicinas sencillas que me dieron –carbón, pepsina- no me mejoraron. Evidentemente había que ir a un médico. El mismo día de mi arribo a Ginebra fui al consultorio del edificio donde quedan las oficinas de Suzanne: ella me hizo un seguro médico y lo utilicé sin problemas. Era una infección intestinal. No logré recuperarme aunque sí mejoré y pude hacer lo que necesitaba. No se repetiría la historia de París y el proyecto irrealizado. malogrado

Suzanne es una profesional y yo estaba sobre aviso: planeamos una serie de acciones para el otoño de año próximo. Sin carácter comercial: si se vendía algo, bien; pero ese no sería el objetivo central. Traeríamos de Cuba cuatro artistas  a exponer e incluiríamos cocina, música, y una serie de manifestaciones que la hicieran atractiva para el gran público. Como una gran fiesta cubana. Arc-en-ciel garantizaría los pasajes y dinero de bolsillo para la alimentación. Para el albergue ya contábamos con el apoyo del gobierno de la ciudad, que a la vez poseía dos galerías en el centro de una islita cerca de donde nace el Ródano; es más, los estudios que ocuparíamos, de hecho quedaban encima de esas galerías. Me ocupé de visitarlas. Son magníficas. Fui también a la galería de Arianne Orligue-Suzer; es pequeña pero frente a la Biblioteca de la Cité –es decir, en la Ginebra antigua, la de Calvino.

En aquel tiempo Arianne estaba casada con Monsieur de l’Orligue –pero esta es otra historia. Conocí a la galerista y propietaria, una mujer maravillosa nacida en Haití. Mi apellido le llamó la atención, pues la gran amiga de su infancia –con quien había crecido- fue la Lilas Desquiron que hallé en la guía telefónica parisina. La telefoneó casi enseguida y  descubrió que en efecto sí somos parientes y que haitianos y cubanos, los desquirones son una sola parentela. En realidad sabía vagamente la existencia de los haitianos a causa de mi tío Mario Desquiron, que trabajó décadas en el llamado “Cable Americano”  -American Cable & Wireless- y afirmaba que por sus manos pasaban mensajes para unos “desquirones” en Haití, pero sin más detalles. Más adelante conversaremos sobre ellos. Hice mucha confianza con Arianne.

Aparte de conocer en detalle las galerías de Le Halle de l’Île, conocí bien a Lily Koch, directora de la de Artes Plásticas, ya que la de Artes Aplicadas por alguna razón nunca apareció. No comprendo totalmente el régimen de las galerías de Le Halle de l’Île: creo entender que la ciudad es dueña de la instalación (el inmueble), la cual es dirigida y administrada –ahí es donde se pierde la madeja- por una cooperativa llamada CARAR. El hecho es que en esa trabazón, la figura de la directora es sumamente importante: CARAR decide si es ella u otra persona quien dirige, y las disposiciones son suyas.

Para la propaganda, Arc-en-ciel y la propia Suzanne eran inmejorables. Evidentemente sería de algo bien hecho, que quedaría. Claro, también conocí a otras personas. Como a las tres semanas regresé.