miércoles, 22 de agosto de 2012


Hice varios intentos de estudiar “por la libre” en la universidad. Me obsesionaba el tema de tener un diploma. Matriculé Historia por la libre en la Universidad de Oriente: no había clases y solamente se estudiaba por la bibliografía. A pesar de que me convalidaron asignaturas ya aprobadas en La Habana, jamás examiné. En realidad el estudiante necesita orientación y estímulo mínimos: ese por la libre resulta tan anónimo como si pusieran el objetivo sobre el cogollo de una palma espinosa. Aunque ciertamente hay personas que han logrado graduarse de ese modo. Al final, pedí la baja: sencillamente no sirvo para el estilo por la libre.

Más adelante, cuando en Santiago de Cuba abrió la carrera de Historia del Arte matriculé en el curso nocturno. La dirección de la Galería me podía apoyar, y en efecto así fue. Estudié mucho para un examen de ingreso que no se realizó porque éramos dos ó tres aspirantes, pero algunos, ya matriculados, habían desistido y sobraron cupos. Tuve de compañeros a la pintora Julia Valdés y los grabadores Miguel Ángel Lobaina y Luis Tasset; de los profesores solamente recuerdo a Mariela Rodríguez Joa.

Fueron los días de la ocupación de Granada por los americanos y la repatriación de los cubanos que fabricaban un aeropuerto allá. Ese show de los últimos cubanos inmolados envueltos en una bandera lo viví en Historia del Arte. El regreso apresurado, la historia de Tortoló, así como la inmensa pachanga de Oscar de León subido al techo de un auto por el Parque Céspedes, rodeado por la multitud, casi al día siguiente de la hecatombe granadina -esa cosa  surrealista. Todo ello pertenece a la época de Historia del Arte.

Las clases nocturnas se convirtieron en una tortura para mi: literalmente me dormía. Por desgracia o por suerte recibí una carta de la decana, doctora Mercedes donde me notificaba que había procedido a darme baja de la Licenciatura, basada en una Resolución ministerial acerca de  la edad límite para ser alumno: yo no clasificaba Cathcart – parece que no es una mala persona, ¡pero me embromó!-. Así terminó  mi último intento de obtener un diploma universitario y el aval del sistema de enseñanza de mi país. Aunque digan lo contrario, para TODO EL MUNDO poseerlo es condición sine qua non. Da risa pero es así. Aprendí a vivir con el problemita de la falta de Diploma. En definitiva, si no era comunista, era pobre, epiléptico y gay, me venía como anillo al dedo la frase popular qué le importa al tigre una raya más.