viernes, 10 de febrero de 2012


De hecho, mi gusto por El Coctel y las canciones de Teresita hizo que un domingo por la noche pasara una vergüenza. Me acompañaba la escritora M. S. –que detestaba a la Tere y estaba ebria a la vez-; aprovechando un silencio la escritora exclamó, Teresita, canta C’est si bon[1]. Esa misma noche se produjo una de las frecuentes recogidas de invertidos de aquellos años. Entró la Policía, huyó casi todo el mundo y alguien aprovechó la confusión para agarrarle la nalga al administrador del local  -creo que por burla-. Él sacó un revólver y disparó al aire: Teresita se echó a llorar y nos costó trabajo calmarla. M. S. continuó sonriendo y disfrutando su trago.

Pero si fue cabaretera, también lo fue teatral. La breve temporada del Festival de Teatro de La Habana de 1966  dejó una huella en mi: me enamoró de la escena. Durante los ’60 el Teatro Cubano vivió quizá su “edad de oro”. Aquí en Santiago había al menos dos grupos bien asentados: el Conjunto Dramático de Oriente y el Guiñol Santiago. De hecho, sin ser un stage man, eventualmente he trabajado para el teatro, escribiendo, asesorando, incluso actuando.

Fue un buen momento; quizá el Grupo de la Catedral santiaguera fue consecuencia de la efervescencia escénica de la ciudad. En fin, el Guiñol Nacional vino de gira con La Cucarachita Martinaversión de Carucha Camejo-, a la cual hice decenas de fotos. Se presentó en la sala del CDO –que todavía no se llamaba Van Troy como ahora, y había sido sede del Grop Catalunya. Fue entonces que conocí ese colectivo y, entre ellos al que fue mi gran amigo Ulises García. Ulises era un negrito de mediana estatura, refinado, muy elástico y bonito, de hermosos dientes y buen actor. Siempre estaba riéndose. Era algo así como una estrella, por no decir la estrella del Guiñol –que tenía excelentes actores, pero quien se echaba al público en un bolsillo, por su natural satería,  era Ulises.




[1] Para quien no lo sepa, esa canción la popularizó en Cuba Ernesto Bonino, un crooner de los años ’50, y era considerada el colmo lo kitsch.