miércoles, 14 de diciembre de 2011




Allá por 1950 el ídolo de Cuba se llamaba Eduardo R. Chibás. Ni cantante, ni actor, ni pelotero ni boxeador: político decente. En casa no se perdían uno solo de sus programas radiales del domingo por la noche. Una vez estuvo en mi barrio. A la entrada de casa de los Gallart se reunió una turba que rodeaba al político de gafas, cara rosada y traje blanco. Yo era pequeño, pero ya fanático de  La Voz del Pueblo Cubano –así le llamaban- y de su programa radial. Me escurrí entre las piernas del gentío y llegué a él, a quien dije no sé qué y él me pasó la mano por la cabeza. Poco tiempo después se disparó a sí mismo y murió al cabo de unos días. Mi padre fue hasta La Habana al entierro junto a otro vecino de apellido Serna. Por poco se matan por la carretera, pues se salieron de la vía y chocaron contra una alcantarilla, pero no llegaron a volcarse.

Mi familia por parte de madre vivía casi toda en Cuabitas y era la que más influencia ejercía sobre mi. Éramos muchos y yo los amaba con locura. Entre la emigración que propició el cambio de sistema después de 1959 y la vida, que acaba con todo poco a poco con todo, de esa tropa quedan, en los Estados Unidos, mis primas Berthica, Marcia, Silvia, y Danilo,   la hija casada de Nicolás Oliva y aquí, Xiomarita, Nemesio e Ignacio (Nacho) Oliva, mi prima Hortensia -hija de Mario Peña con mi tía Graciela Oliva-, Nicolasito Oliva , hijo de mi tío Nicolás que no se fue con su hermana y yo. Mi primo Jorge Peña Oliva falleció en un accidente de tránsito hace años y en Cuabitas queda su hijo Jorgito, que ha formado una hermosa familia y construido una casa, a su decir sólo con su salario, también hermosa. Mi hermana Virginia falleció el mes pasado
Recuerdo cómo fallecieron mis primos Roberto, María Emilia, Angelito; mi tíos Eloína,  María, Ignacio, Graciela. Mi madre, mi hermana Virginia. De mis tías sólo queda viva mi tía Bertha, que tiene más de 95 años. En fin, que unos se han regado por el mundo y hecho sus vidas, otros se han quedado en Cuba y hecho también sus vidas, y otros han muerto.
A la mayoría de mis primos nacidos fuera de Cuba, no los conozco –ni creo que los llegue a conocer jamás- Como comprendo que los que se fueron tampoco pueden conocer a los nacidos acá. Pero todos somos familia. Todos compartimos la misma sangre. Me sorprende cuando veo las fotos, cuánto se parecen las hijas de Berthica a los retratos de cuando mis tías eran jóvenes, y mi primo David al Nicolás Oliva joven.. Emilita y Nicolasito Oliva son exactos a todo ese montón de olivas: solemnes, achinados, de pómulos pronunciados y de pelo orcuro y levantado. Dicen que yo me parezco mucho a mi padre, cosa que yo no creo: Pichi Desquirón era un hombre despejado y apuesto. Yo soy lo contrario. En resolución, de cerca o de menos cerca, todos somos Oliva, nos guste o no

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