lunes, 20 de agosto de 2012


EN EL ‘80 FUE LO DE MARIEL. Primero, la gente se metió en la Embajada del Perú, en La Habana; entonces el Gobierno dijo que salieran y que darían permiso al que quisiera irse. Indultaron a presos políticos, a muchos comunes, a locos y anormales. Para que se viera que la que se iba de Cuba era la “escoria” de la sociedad. Ser homosexual era ser "escoria". Equivalía a robar, vender marihuana o chulear. ¡Cómo hubo gente que afirmó que era “escoria” con tal de irse! Un amigo mío se declaró como tal a un vecino policía y arriba le dio un ventilador para que lo atestiguara por escrito. El éxodo actuaba como una suerte de válvula de escape que supuestamente “limpiaba” de malhechores y pervertidos a la sociedad: por eso, mezclar con sanos a locos y asesinos era algo correcto para el Poder. Cuba entera se revolvió, mucho más en occidente, que queda frente a la Florida. En Santiago también, a su modo, pero debías gestionar los documentos de salida para que luego te llevaran hasta el puerto del Mariel, etc.

Entonces se organizaron los “actos de repudio”, que consistía en una turba “espontánea” que castigaba de palabra y obra a los que intentaran abandonar a la Revolución. De espontáneas nada: todas muy organizadas. Si se divulgaba la noticia de que te ibas de Cuba, te daban un acto de repudio. Yo pude ver uno: fue en la calle Aguilera en la misma acera de "La Isabelica". Había una oficina, algún organismo, no recuerdo, y alguien que trabajaba allí se iba de Cuba.  La turba se presentó gritando insultos y amenazas: el futuro marielista se escondió debajo de su buró, pues en esos actos lo mismo te insultaban que te apedreaban. Eran espectáculos desesperantes, kafkianos, que tú no merecías pero de los cuales no podías huir.

La Oficina de Inmigración estaba en el centro de la ciudad y la mudaron para Santa María, cerca de donde vivo.  Era una casona con techo de tejas, como las de ese barrio; enfrente quedaba otra parecida pero delante tenía una extensión sembrada de mangos. Las turbas subían allá, se metían frente a Inmigración y lanzaban mangos maduros contra los emigrantes. Los bañaban de pulpa amarilla y dulce. La gente se ponía capas de agua para protegerse. Acto de repudio famoso fue el de un profesor de la Universidad de Oriente cuyo nombre aparecía en las listas de escorias que se iban de Cuba. Lo sacaron del aula donde impartía clases y lo llevaron a empujones, insultos y cocotazos hasta su casa, como a cuatro kilómetros y ya cubierta de graffiti afrentosos como Fulano maricón Fulano escoria Fulano tu mujer es una puta. Luego se descubrió que el que realmente se iba era sólo un homónimo: el profesor repudiado se quedaba. A toda prisa le hicieron un acto de desagravio y borraron los graffiti: pintar la casa hubiera sido demasiado trabajoso, por ello los taparon a brochazos y cambiaron PUTA por SANTA.

Fueron días dolorosos para todos: afloró ese miedo horrendo a lo que puede pasarnos si no se acata al Régimen. Es vergonzoso: tantos ladrones y descarados que se han aprovechado de sus cargos –altos, medianos y bajos- para obtener ventajas, enriquecerse o por el mero hecho de humillar a los demás: a esos nadie les tiró mangos ni piedras, ni les dio palos, ni los insultó, ni les escribió letreros. Siempre el púdico olvido....

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